No sé si con una mirada, tus rascacielos se desmoronan tan fácilmente
como los mios,
Tampoco estoy segura de que
la electricidad de la
habitación se dispara cuando me ves
o si se te eriza
tanto la piel que se te desabrochan los botones de la camisa,
y se te clavan en el corazón.
Quizás lo entenderías cuando te has pasado esperando a un
fantasma cuatro siglos y medio…
Y ahora vienen y me dicen, ha llegado la hora de saltar por
el precipicio,
De sumergirte tan fuerte como si el oxígeno de toda la puta
atmósfera estuviera en el mar.
¿Qué es lo que quiero realmente?
¿quiero saltar?
Ahora mismo sólo quiero que me tiemblen las manos y me
hormiguee la nariz,
Que la sonrisa se nos escape,
demasiado cómplice como para fastidiarla con palabras,
Que un metro de distancia nos sirva para tener orgasmos con
la sangre
Que ese maldito hola no cueste un ojo de la cara, sino un
aliento aprovechado
Un “joder, qué tía”.
Supongo que es mucho pedir que cojas el boli,
Y me apuntes las miradas que se te han escapado
Y las que se han cruzado en algún punto con las mías.
Me figuro que tú, no tienes un cronómetro en los ojos
Que quizás no hablemos los dos el lenguaje de esconderse.
Lo peor de todo, es que ahora en este preciso momento no sé
si quiero saberlo
No sé si quiero tener la oportunidad de fracasar.
No sé si quiero tener la oportunidad de perder lo que quería
y lo que puede que quiera en un futuro.
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