domingo, 7 de abril de 2013

Alcohólicos anónimos.

Cuando la duda expira y desaparece,
cuando el aire está cargado de gas
y la chispa que creamos al rozarnos la mirada nos incendia por fuera.
Y por dentro...

Es ahí cuando el hambre y el ansia,
las ganas de morir y vivir al mismo tiempo,
se unen con las caricias imaginarias, demasiado desgarradoras para hacerlas públicas.
Al emborracharnos de nosotros mismos, hasta que la resaca te sube a la cabeza, explotamos, pero aún sigue habiendo sed, 
y lo sabemos, pero no lo decimos....

Entonces ya no importa la brevedad, no importa la incertidumbre,
no importa el acojone del primer contacto,
sólo procuramos no pisar el suelo mojado, por si nos electrocutamos.

Y qué podemos hacer, si no es posible intercambiarnos la piel...
Si el hastío de no tenernos nos consume,
y con el pestañeo cómplice en un bar lleno de gente sin cara
me asesinas sin querer, o queriendo.

Me esnifo tus suspiros, 
y me coloco,
y me vuelvo yonki por momentos.